Diálogos con Abul Beka II
Se me ha pedido que escriba unas líneas de introducción a este segundo libro de "Diálogos con Abul-Beka", donde se han recopilado otros escritos que con el mismo nombre aparecieron hace ya algún tiempo en periódicos y revistas. Me gustaría aprovechar este espacio para hacer un canto a ese ser-semilla del hombre que es el niño. Porque los niños son quienes heredan nuestras ilusiones por un mundo mejor, a la vez que nuestra mediocridad. Son ellos los que reciben sobre sus frágiles hombros el peso de nuestra conducta, nuestras leyes y costumbres, y a ellos ahogamos su infancia mágica a cambio de un mundo podrido por la competencia y el confort, por la velocidad y el consumo, por la inercia y la mecanicidad. Cuando miro los ojos de un niño veo el semblante de la esperanza, pero veo también como se empañan con las lágrimas de un porvenir donde ya no hay jardines ni alegría. La música se va y viene el ruido. Se van los ríos alegres de aguas transparentes y vienen las cloacas inmundas. Se va el mar azul turquesa para volverse plomo muerto donde los hermanos peces se asfixian. Se va el hermano sol dorado y también se van las gotas de rocío resbalando lentamente por las hojas del manzano en el mes de mayo. |
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Cuando miro los ojos de un niño siento vergüenza. Siento vergüenza cuando le tengo que hablar de lo que hemos hecho de nuestro común hogar el mundo. De lo que le dejamos por herencia. Trabajemos todos por ello. |