MIEDO
Y Abul-Beka subió a las murallas. Iban con él sus hermanos y hermanas, y todos subieron al torreón más alto. Desde él, aquel día, saludaron a la mañana, y volviéndose hacia algunos centinelas así les dijo:
Hermanos, Paz y Amor a vuestras almas. Que vuelen altas para que podáis defenderos de las tempestades de la duda y podáis defender vuestra Ciudad Interior de vuestros enemigos.
En vuestra vela descansan físicamente muchos seres. Y descansan en vuestra fuerza y en vuestra vista.
Si dormís cuando tenéis que velar, ¿qué sería de esta ciudad y estas tierras y qué sería de sus habitantes? ¿Acaso vosotros y las murallas no sois la misma cosa? Ellas os protegen y vosotros les dais la vista y el habla. Les dais vida.
Mas ahora os pregunto: ¿Qué es de vuestra Ciudad Interior y cómo defendéis sus murallas? Porque de nada sirve defender la ciudad de la tierra si se pierde la ciudad del Espíritu. De nada sirve guardar la Paz si no se tiene Paz. De nada sirve hablar con dulzura si no se es dulce, o con dureza si no se es duro.
Si cada habitante que duerme dentro de Medina-Runda estuviese en vela guardando su ciudad interior, ¿para qué serviríais? Mas ellos tienen temor y lo esconden pensando que vosotros veláis por ellos. Y vosotros tenéis temor y lo tranquilizáis en las murallas. Y aún las murallas tienen temor, más lo disipan en la noche con la débil luz de la luna.
No hermanos, aún no habéis solucionado el problema del temor y os respaldáis unos en otros.
Ellos, viéndoos a vosotros aquí, están seguros y tranquilos y vosotros lo estáis al verlos a ellos.
Mas sabed que el miedo sólo se vence en la Ciudadela Interior donde reposa vuestro Espíritu.